Has jugado al futbol con una latilla?
Hoy la mayoría de los niños tienen una bolsa enorme con "echura" de gusano en su cuarto donde guardan todas sus pelotas, la mayoría nuevecitas, recien salidas del decatlón.
Hoy la mayoría de los niños tienen una bolsa enorme con "echura" de gusano en su cuarto donde guardan todas sus pelotas, la mayoría nuevecitas, recien salidas del decatlón.
En los setenta una pelota era casi un artículo de lujo, y un "balón de reglamento" era una joya al alcance de muy pocos.
En la salle mirandilla se jugaba al "furbo" con cualquier cosa; una botella de plástico, un tapón de bombona, una bola de papel de estraza, y si, una latilla. La mitad de la clase contra la otra mitad, 22 contra 22 dando pases y cachitas con una latilla mangada del bar.
Desde la azotea debía de verse aquello como los dibujos que hacen los estorninos en el cielo, sólo que en el patio del colegio y con niños.
En la calle Villalobos, había una tienda, que no se en que actividad catalogarla, donde vendían botijos, escobas de ramas de árbol, lebrillos, tablas de lavar a mano, esparto, lejía en botellas de plástico amarillas y nuestra estrella; pelotas de trapo a dos reales.
Entrar con una pelota de trapo en los setenta en el recreo era como llevar hoy la PSP 7, que todavía no ha "salío", eras un heroe, el centro de las miradas y la envidia del 1ºa si eras del 1ºb, o la envidia del 1ºb si eras del 1ºa.
Una pelota de trapo te abría la puerta a ciertos privilegios; escoger equipo, escoger portería, y lo mejor de todo, podías pedir bocaos de los bocadillos que quisieras.
La pelota de trapo rodaba mejor que las latillas, botaba mejor que los tapones y escoñaba menos que las botellas. Solo tenía un defecto; era íntima enemiga del líquido elemento, o de cualquier otro elemento en estado líquido.
Recibir en la cara un pelotazo con una pelota de trapo mojá despues de ser impulsada por un "punteraso" era peor que si te dieran con un ladrillo de "gafa" entre ceja y ceja. Te podías llevar el resto de la mañana arrascandote el careto y hasta que no llegabas a tu casa, te lavabas bién la cara, y te echabas medio litro de baron dandy no se te iba ese olor mitad rancio, mitad humedad.
Eran tiempos dificiles, de piojeras, de necesidades y tormentos, pero que bonito era ser rico con una pelota de trapo.